La sorprendente y rápida conquista de la España visigoda por los musulmanes en la segunda década del siglo VIII es probablemente el hecho más transcendente de nuestra historia y va a influir poderosamente en la conformación del territorio segoviano.
Los lugares donde existió asentamiento de población judía en Segovia estaban en torno a la actual plaza de la Merced y las parroquias de San Miguel y de San Andrés, todos ellos dentro de la ciudad amurallada.
Dejando atrás el emblema heráldico de Segovia, el visitante entra en el núcleo antiguo, impregnado de aire medieval gracias al repertorio de mansiones nobiliarias, palacios y templos románicos.
En todas las calles y plazas por las que discurre la visita a Segovia es casi inevitable recalar en alguno de los mesones tradicionales y pedir su plato estrella: el cochinillo asado.
El silencio acompaña el paseo por los callejuelas que conducen a la plaza de San Esteban, dominada por una iglesia (siglo XIII), cuya torre comparte con la Catedral lo más alto de la silueta segoviana. Siguiendo por el callejón Capuchinos aparece en pocos minutos el barrio de Los Caballeros, poblado de palacios de alcurnia y la iglesia de San Juan de los Caballeros, sede del Museo de Zuloaga.
Sin embargo, la protagonista indiscutible de la plaza es la Catedral segoviana, apodada por sus líneas armoniosas «la Dama de las Catedrales». La fachada y la robusta torre de 90 metros de alto dan paso a un interior sembrado de joyas artísticas
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