Ya habitado en tiempos de los romanos como prueba su antiguo puente, Ochagavía es un pueblo de sueño, coronado por el santuario de Muskilda, a los pies de la selva de Irati, uno de los hayedos más bellos de Europa. Situado al note del valle de Salazar, a 764 metros de altitud y en la confluencia de los ríos Anduña y Zatoia, sus casas resultan muy originales
Cada casa tiene personalidad propia, una característica que se repite en unos cuantos valles navarros. El pueblo está dividido en cuatro barrios (Urrutia, Irigoyen, Irribarren y Labaria) y casi todas sus casas fueron destruidas por un incendio provocado por el ejército francés en 1794. De ahí que el nombre del pueblo pueda proceder de aquel desastre: solo quedaron ocho casas, ‘ocho había’.
Los habitantes de Ochagavía temen tanto a los incendios que, de una casa a otra, hacen una especie de huecos que llaman etxekarte para evitar que, en caso de incendio, no se propague el fuego de un edificio a otro. Para los vecinos del pueblo, Muskilda es su monte Tabor, el lugar sagrado donde guardan su mejor tesoro: la Virgen de Muskilda. El santuario se encuentra en la cima del monte del mismo nombre, a 1.025 metros, y desde lo alto se ve la villa de Ochagavía.
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