Lo que más destaca en ella es su magnífica portada, de un estilo rococó recargadísimo.
En la portada se pueden apreciar dos torres, profusamente adornadas y, debajo de una bóveda, que está como retranqueada, una estatua del patrón de la ciudad.
Si la catedral es la más imponente, la de Santa María tiene el pórtico más bonito y la de San Vicente es la más sencilla. Sencillez que no la hace más fea, sino todo lo contrario.
La iglesia actual se erigió en los siglos XV y XVI, sobre una iglesia anterior, románica. Al principio la iglesia era una especie de vástago de la más importante de Santa María, de la que dependía, tardando años en independizarse y ser considerada como parroquia.
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